El padre Caffarel (1903-1996) estaba
íntimamente convencido de la importancia de la oración en la vida conyugal. Por
eso creó, en 1957, los Cuadernos sobre la Oración, una revista bimensual para iniciar a los
laicos a esta forma de oración silenciosa.
El padre Caffarel meditó
mucho sobre la oración. Fue, durante toda su vida, un maestro de la oración.
Escribió numerosos artículos sobre la oración para los Equipos de Nuestra
Señora y la revista El Anillo de Oro, sobre todo
las «Cartas sobre la oración». A partir
de 1957 dirigió los Cuadernos sobre la Oración.
«Querer rezar, es rezar»,
afirmaba el padre Henri Caffarel. Lo esencial de la oración es querer orientar
todo nuestro ser hacia Dios, que espera la voluntad del hombre para revelarse.
Propone cinco consejos para vivir la oración.
Querer rezar
Rezar cada día responde a un
acto de la voluntad. No siempre es fácil. Esto es lo que dice el padre Caffarel
:
«A veces, como todo el mundo,
estoy estresado, preocupado. Rezar responde a una decisión, a un acto de la voluntad.
¡Yo quiero rezar! Entonces, pronuncio el nombre de Jesús. A veces rezo un
"Dios te salve, María" o el "Magnificat". Dejo que las
palabras afloren a mis labios, me tomo todo el tiempo necesario. Luego hago un
momento de silencio. Y este silencio es un tesoro. Me gusta quedarme en la
habitación, rodeado de silencio, porque sé que estoy delante de Jesús. Me
gustaría amarlo cada día más. […]. En el fondo, toda oración verdadera tiende
al silencio. Y en ese silencio, yo intento dirigirme a Dios con confianza:
"¿Qué quieres de mí?"» (para esta cita y las siguientes, Jacques
Gauthier, Henri
Caffarel. Maître d’oraison, prólogo de Paul-Dominique Marcovits,
Cerf).
Fijarse un tiempo de oración
cada día
Para él, no hay una regla
universal; sólo existe la que cada uno se fije, que debe respetar.
«El Señor nos deja libres de
elegir el lugar y el momento más adecuado para la oración, como también el
tiempo que queramos dedicarle. El padre Caffarel sugiere por lo menos treinta
minutos. "Efectivamente, se necesita tiempo para liberarse de sí mimo y de
sus preocupaciones, para que el ser profundo, el "corazón", se libere
y entre en juego". A menudo es más fácil por la mañana, porque todo es
nuevo y recogerse parece menos arduo. La oración puede, así, impregnar nuestras
acciones durante el resto del día que acaba de nacer. Para otros, la mejor hora
es por la noche, cuando nos preparamos para dormir. Lo importante es elegir un
momento del día y respetarlo».
Empezar bien
El padre Caffarel propone
consejos concretos para empezar bien la oración y ser consciente de la
presencia de Dios en nosotros:
«Os ruego encarecidamente,
entonces, que prestéis mucha atención a los gestos y actitudes del inicio de la
oración. Una genuflexión bien hecha, acción del alma como del cuerpo; una
actitud física clara y fuerte de hombre despierto, presente en sí mismo y en
Dios; una señal de la cruz lenta, llena de sentido. Lentitud y calma tienen una
gran importancia para romper el ritmo precipitado y tenso de una vida tan
ocupada como la vuestra. Hacer algunos instantes de silencio: como si de un
frenazo se tratara, contribuirán a introduciros en el ritmo de la oración y a
llevar a cabo la ruptura necesaria con las actividades precedentes. Puede ser
también positivo recitar una oración a media voz, muy lentamente. A
continuación hay que tomar conciencia, no de la presencia de Dios, sino de Dios
presente: una persona viva, una Gran Persona viva, que está allí, os espera, os
mira, os ama. Él tiene su idea sobre esta oración que empieza y os pide que
adhiráis plenamente a lo que él quiere de ella».
Habitar su cuerpo
Las actitudes corporales son
importantes en la oración; el cuerpo sostiene la oración. Hay distintas
posturas que pueden ayudaros a rezar: estar de pie para alabar y acoger;
arrodillarse y postrarse para adorar y pedir perdón; sentarse para escuchar y
meditar. El cuerpo expresa la oración mediante gestos simples: manos elevadas
para interceder y ofrecer; manos abiertas para pedir y recibir; manos juntas
para suplicar y recogerse; manos cruzadas sobre el pecho para interiorizar y
escuchar. Para el padre Caffarel, «descuidar el cuerpo cuando se reza no es
sólo un error teórico, sino también un error práctico. El cuerpo, olvidado, no
tardará en llamar nuestra atención: tenso nerviosa y físicamente e impaciente
por actuar, no se quedará quieto. Y la agitación del cuerpo traerá agitación al
espíritu».
Alcanzar la oración de Cristo
«Cuando un cristiano reza, es
Cristo quien reza», explica el padre Caffarel. Un cristiano debe dejarse
invadir por la oración de Cristo para poder alabar al Padre. «Más que de
"hacer" oración, se trata de "alcanzar" en vosotros una
oración que ya está completa. La oración cristiana no es obra del hombre, es
obra de Dios en el hombre. Desde el día de vuestro bautismo, y desde el momento
en que estáis en estado de gracia, la oración está en vosotros. No a nivel de
sensibilidad, ni de sentimientos o ideas, sino más profundamente, en esa parte
íntima de vuestro ser, en esa cripta interior donde reside el Espíritu Santo».
Geneviève Pasquier
Fuente, LaCroix.

Muy buen material, justo en Equipo 1 definimos que en nuestra proxima Reunión en la Participación compartiremos sobre este PCE
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